La anchura del amor de Dios para un enamorado de la eucaristía. Pedro Peredo.

La anchura del amor de Dios para un enamorado de la eucaristía. Pedro Peredo.

La anchura del amor de Dios para un enamorado de la eucaristía. Pedro Peredo.


eucaristia201
Ef 1:15-20 Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros recordándolos en mis oraciones para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos.

La eucaristía se extiende a todos los lugares. Encerrada en nuestras preciosas catedrales es el centro de sus grandiosas manifestaciones de culto. Y es la misma que hace alegre la pobre Iglesia rural. Que congrega en torno suyo las chozas de la aldea, como la gallina a sus polluelos; y la misma la encontramos si cruzando los mares vamos del uno al otro confín de la tierra; en la nieve como en los desiertos; en la soledad de las pampas como de las selvas vírgenes; en las abrazadoras arenas del Sahara como sobre la árida roca de la inmensidad del océano… ¿Qué sería del misionero sino llevara consigo el poder divino de erigir un sagrario a donde quiera que vaya?

Y la hostia santa baja todas las mañanas, a la media luz de la madrugada al corazón de la hija del pueblo, de la pobre sirvienta, de la esposa del obrero, que se priva de su descanso y muy de mañana va a buscar su pan cotidiano, el pan que ha de darle la provisión de fuerzas para sobrellevar el peso del día que carga tanto sobre el peso del pobre, desciende al corazón del niño para conservar su inocencia, sale al encuentro del hijo pródigo que vuelve de muy lejos… y la recibe el sacerdote, y el fiel, el rico y el pobre; sembrando por todas partes fuerza y valor, luz y pureza, perdón y consuelo, inmortalidad y amor…

La gran miseria del amor sobre la tierra es la separación; ¿dime, si no, pobre niño que llora lejos de su madre? Y tú, fatigado misionero, encanecido por la ruda tarea, ¿por qué rehúsas el descanso merecido, el retorno a la patria donde te esperan los brazos abiertos de las personas que te aman? ¿Por qué, sino porque la hostia santa te une todos los días con los seres queridos?…

¡Tal es la anchura del amor de Cristo!

Acerca del autor

Temas relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.