Billete Celador -Un Mensaje para Ti Guardia de Honor-
El siervo sin entrañas…
Parroquia de San Pío X
… Su señor entonces le mando llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdone a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’ Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano”
Mateo 18, 32-35
Tanta es la diferencia entre los pecados contra Dios y los pecados contra el prójimo cuanta es la diferencia entre los diez mil talentos y unos pocos denarios. Dios nos dio el ser, hizo todo por nosotros, nos inspiró el alma racional, mandó a su Hijo en la carne, nos abrió el cielo. Y nos hizo hijos suyos adoptivos y herederos. Y nosotros andamos todos los días chocando con su ley, y ofendiéndole con nuestros pecados.
San Juan Crisóstomo: ¡siervo malvado! Cuando el siervo era deudor de diez mil talentos, el señor no le dijo una palabra de reproche, sino que le compadeció; ahora que se presenta ingrato, se encruelece con él y le llama siervo malvado. Y el señor, irritado, le entregó a los torturadores. No se dice simplemente: el señor le entregó, sino irritado lo entregó. Lo que no ocurrió cuando mandó que fuese vendido él y la mujer, porque allí no hubo cólera, sino amor que incitaba a la enmienda. Los verdugos son los demonios siempre dispuestos a coger a las almas perdidas y a atormentarlas en las penas de una condenación misteriosa e indecible.
El Perdón conlleva a la renuncia de todo resentimiento que ha causado ofensa u agresión. Perdonar es signo de caridad y misericordia.
Quien no perdona no puede aspirar a ser perdonado por Dios.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas. Mateo 6, 14-15
Una señal importante para identificar si se tiene caridad es si uno ora por los demás. Ahora, como condición para el perdón divino, el Señor nos pide que perdonemos. Algunos nos complicamos la vida pensando que para recibir el perdón de Dios, es necesario llegar a tener sentimientos muy perfectos; o que basta con presentarse ante el Padre y decir: Padre he pecado contra el cielo y contra ti…como diría el hijo prodigo ó bien “apiádate de mí que soy un pecador” como diría el publicano ¿Cómo saber si estas oraciones llegan a ser un acto de contrición y a través de ello poder obtener el perdón? El Evangelio nos habla: perdona de corazón al que te ha ofendido. Perdonar a los demás es una filigrana de amor fraterno. Hay muchas maneras de perdonar. Pueden quedar sentimientos difíciles de olvidar, pero, debemos despreciar y rechazar. La mejor manera de perdonar “la de Cristo” es la postura filial ante Dios y la postura fraterna ante los hermanos, por la que uno no se da por ofendido; más bien se excusa a los hermanos “no saben lo que hacen” llegar a esta postura habitual de no sentirse ofendido, es un camino de lucha de conversión. Esta es la perfección cristiana en sus cumbres; a ella hay que tender, aunque cayendo y levantándose.
Quien ama hondamente a Dios y se empeña en la extensión del reino, no se fija tanto en resentimientos, no hay ni tiempo ni ganas para ellos. Su amor está colocado más arriba que en pequeñeces. Por esto el mejor perdón es el de no sentirse ofendido, perdonar es también saber escuchar, en la disposición de cambiar los pensamientos a la persona antipática o que no nos gusta por una persona agradable. Morir al orgullo, soberbia para resucitar con Cristo…
La reconciliación perfecta y definitiva fue llevada a cabo por Cristo Jesús
Perdonemos de corazón a nuestros ofensores si queremos que el Señor nos perdone también a nosotros.
En acción de gracias por el cumpleaños del P. Juan Rodríguez Alba