“¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!”.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor. Pero él contestó: “Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré.
Ocho días después, los discípulos de Jesús estaban otra vez en casa, y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos. Les dijo: “La paz esté con ustedes.
Después dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree.
Tomás exclamó: “Tú eres mi Señor y mi Dios.
Jesús replicó: “Crees porque me has visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!”
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México