En el sagrado Corazón de Jesús hallaremos al más fiel amigo.
Acto de Contrición.
Sagrado Corazón de Jesús, que en divino sacramento de la Eucaristía estás vivo e inflamado de amor por nosotros, aquí nos tienes en tu presencia, pidiéndote perdón de nuestras culpas e implorando tu misericordia. Nos pesa, oh buen Jesús, el haberte ofendido. Tú eres tan bueno que no mereces esa ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar, según ellas, nuestro humilde corazón.
Amén.
En el sagrado Corazón de Jesús hallaremos
al más fiel amigo.
Es la amistad una de las más apremiantes exigencias y, a la vez, una de las más dulces satisfacciones del corazón humano. Nuestro corazón necesita comunicarse a otro, tanto en sus alegrías como en sus tristezas. Y esta comunicación afectuosa se llama amistad.
¿Queremos tener una amistad verdadera? Tomemos por amigo al Sagrado Corazón de Jesús. A ningún otro corazón podemos arrimarnos con mayor seguridad de ser correspondidos. Es amigo constante, amigo que no abandona si no es previamente abandonado. No es como los amigos del mundo, que sólo nos sirven –tal-vez- en la prosperidad y que se olvidan de nosotros en la aflicción. La amistad del Corazón de Jesús es firme para los que le aman. Es firme hasta la muerte y más allá de la muerte.
Él velará como fiel amigo junto a nuestro lecho de agonía y será el fiador en la presencia del supremo Juez. Busquemos, pues, esta amistad única que no puede salirnos mentirosa. Sí, Jesús mío, admítenos en el número de los amigos de tu Corazón.
Meditemos unos momentos….
Muchos amigos hemos tenido en este mundo o muchos se han llamado como tales. Pero, ¿lo han sido de veras? Nunca lo han sido para cada uno de nosotros como promete serlo el Corazón de Jesús.
Los amigos del mundo encubren muchas veces, bajo las palabras de halago, la frialdad y quizá, el interés. Son inconstantes, mudables, egoístas. Los más firmes no pueden resistir a la separación forzosa que impone la muerte. ¿Quién fiará su corazón a tan inestables compañías?
No así Tú, Jesús, y, no obstante, cuán pocos son tus amigos. Llenos están, a todas horas, los centros de disipación y de maldad que tiene el mundo, y Tú apenas si encuentras quien te haga presencia alrededor del Sagrario…
Quiero ser de esos pocos, oh divino Jesús, para hacerme digno de tu amistad. Quiero conversar contigo con frecuencia, ya que tu mayor delicia es tener conversación con nuestras almas. ¡Oh mi Jesús, mi Dios, mi amigo! Seamos los dos amigos para siempre y no se acabe nunca, ni con la muerte, esta amistad…