“ÉSTE ES SAÚL, EL HOMBRE QUE GOBERNARÁ A MI PUEBLO”.
Había un hombre que se llamaba Quis, hijo de Seor, hijo de Becoral, hijo de Afiaj, de la tribu de Benjamín. Vivía en Guibea de Benjamín y era un hombre valeroso.
Saúl, su hijo, era joven y buen mozo, no podría haberse encontrado un hombre más hermoso en Israel: era más alto que todos los demás por una cabeza.
Como se perdieran las burras de Quis, el padre de Saúl, aquél dijo a su hijo Saúl: “Llévate contigo a uno de los sirvientes y anda a buscar las burras”.
Fueron a la montaña de Efraín y atravesaron el territorio de Salisa, pero no encontraron nada. Atravesaron luego el territorio de Saalim, pero tampoco estaban allí. Recorrieron el territorio de Benjamín sin hallar nada.
Saúl dijo a su sirviente: “Tienes la razón, vamos para allá”. Y se dirigieron al pueblo donde estaba el hombre de Dios.
Cuando Samuel divisó a Saúl, Yavé le dijo: “Ese es el hombre de que te hablé, él gobernará a mi pueblo”.
Saúl se dirigió a Samuel que estaba en medio de la puerta y le preguntó: “¿Podrías indicarme dónde está la casa del vidente?”
Samuel respondió a Saúl: “Yo soy el vidente, sube delante de mí al Lugar Alto. Ustedes comerán ahora conmigo, y mañana te diré todo lo que te preocupa; luego dejaré que te vayas.
Samuel tomó su alcuza de aceite y la derramó sobre la cabeza de Saúl, luego lo abrazó y le dijo: “Yavé te ha consagrado como jefe de su pueblo Israel. Tú gobernarás el pueblo de Yavé y tú lo librarás de las manos de sus enemigos.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México