“MUY GRANDE FUE LA PRUEBA QUE SOPORTÓ ISRAEL”.
De su descendencia salió aquel retoño impío, Antíoco
Epífanes, hijo del rey Antíoco. Había estado primero como rehén en
Roma, pero el año ciento treinta de la realeza de los griegos
subió al trono.
Fue entonces cuando surgieron en Israel
unos renegados que arrastraron a muchos consigo: “Reconciliémonos
con las naciones que nos rodean, pues desde que nos separamos de
ellos, nos han ocurrido muchas desgracias”.
Esta sugerencia tuvo buena acogida:
algunas personas de
nuestro pueblo fueron a ver al rey quien los autorizó para que
siguieran las costumbres de los paganos.
Construyeron en
Jerusalén un gimnasio, tal como lo hacían los paganos,
se repusieron los prepucios y renegaron de la Alianza
Santa para engancharse al mismo carro que los paganos; se
vendieron para hacer el mal.
El rey ordenó después que todos en su imperio
formasen un solo pueblo;”
cada cual debía renunciar a sus
propias costumbres. Todos los paganos se sometieron a las órdenes
del rey
e incluso en Israel muchas personas dieron buena
acogida a su culto, sacrificando a los ídolos y profanando el
sábado.
El día quince del mes de Quisleu, el año ciento cuarenta
y cinco, el rey instaló la Abominación de la Desolación en el
altar de los holocaustos, y se levantaron altares en las ciudades
vecinas de Judá.
Se quemaba incienso en las puertas de las
casas y en las plazas,
se rompían y se echaban al fuego los
libros de la Ley cuando se los encontraba,
y si se descubría
en la casa de alguien un libro de la Alianza o si alguien obedecía
a la Ley de Dios, se lo condenaba a muerte según el decreto del
rey.
A pesar
de todo eso, muchos continuaron siendo fieles en Israel y fueron
lo bastante valientes como para no comer alimentos impuros.
Preferían morir antes que volverse impuros con alimentos
que iban en contra de la Alianza Santa, y fueron ejecutados.
Esto fue una gran prueba para Israel.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México