Oración de San Pío de Pietrelcina. Quédate conmigo, Señor…
-Quédate conmigo, Señor, porque es necesario tenerte presente para no olvidarte. Tú sabes con cuánta facilidad te abandono.
-Quédate conmigo, Señor, porque soy débil y tengo necesidad de tu fortaleza para no caer tantas veces.
-Quédate conmigo, Señor, porque Tú eres mi vida y sin Ti disminuye mi fervor.
-Quédate conmigo, Señor, para mostrarme tu voluntad.
-Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu voz y la siga.
-Quédate, Señor, conmigo, porque deseo amarte mucho y estar en tu compañía.
-Quédate, conmigo, Señor, si quieres que te sea fiel.
-Quédate conmigo, Señor, porque aunque mi alma sea tan pobre, desea ser para Ti un lugar de descanso, un nido de amor…
-Quédate, Jesús conmigo, porque se hace tarde y el día declina… Esto es, se acerca la muerte, el juicio, la eternidad…
-Quédate conmigo; necesito redoblar mis fuerzas a fin de no desfallecer en el camino y para esto tengo necesidad de Ti.
-Se hace tarde y viene la muerte.
-Me inquietan las tinieblas, las tentaciones, las arideces, las cruces, las penas… ¡Cuánta necesidad tengo de Ti!
-Haz que te conozca, como tus discípulos, al partir el pan. Esto es: que la unión eucarística sea la luz que disipe las tinieblas, la fuerza que me sostenga y la única alegría de mi corazón.
-Quédate, Señor, conmigo, porque cuando llegue la muerte quiero estar unido a Ti, si no realmente por la Santa Comunión, al menos por la gracia y el amor.
-¡Quédate, Jesús, conmigo! No te pido tu divina consolación, porque no la merezco, pero el don de tu santísima presencia… ¡eso sí, te lo pido!
-¡Quédate, Señor, conmigo! A Ti solo busco: tu amor, tu gracia, tu voluntad, tu corazón, tu espíritu, porque te amo y no quiero otra recompensa que amar.
-Quiero un amor ferviente y profundo.
-Quiero amarte con todo mi corazón, aquí en la tierra, para seguir amándote con perfección por toda la eternidad.
Así sea.