“YO SOLO NO PUEDO CARGAR CON TODO ÉSTE PUEBLO”.
El montón de gente extraña que se encontraba en medio de los Israelitas sólo pensaba en comer, y hasta los mismos israelitas se pusieron a quejarse. Decían: “¿Quién nos dará carne para comer?”
¡Cómo echamos de menos el pescado que gratuitamente comíamos en Egipto, los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos.
Ahora tenemos la garganta seca, y no hay nada, absolutamente nada más que ese maná en el horizonte!
El maná era como la semilla del cilantro, se parecía a un manojo de malvavisco.
La gente del pueblo se dispersaba para recogerlo, luego lo molían entre dos piedras o lo machacaban en un mortero. Después lo cocían en una olla y hacían con él tortillas. Su sabor era parecido al de una tortilla con aceite.
Por la noche, apenas caía el rocío sobre el campamento, caía también el maná.
Moisés oyó que el pueblo lloraba, cada familia a la entrada de su tienda, mientras ardía la cólera de Yavé. Moisés se afectó mucho por eso.
Le dijo a Yavé: “¿Por qué tratas tan mal a tu servidor? ¡No me has hecho ningún favor al imponerme la carga de todo este pueblo!”
¿Soy yo acaso quien lo dio a luz para que me digas: Llévalo en tu seno, como la nodriza lleva a su bebé, al país que prometiste bajo juramento a nuestros padres?
Todo el pueblo viene a mí para decirme: ¡Danos carne, queremos comerla! Pero, ¿de dónde voy a sacar carne para dársela?
¡No puedo conducir solo a todo este pueblo, es demasiado peso para mí!
Si así es como me quieres tratar, mejor mátame, te lo ruego; con eso me harías un favor y me vería libre de esta desgracia!”
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México