La santísima trinidad dogma de fe para el cristiano que profundiza la vida.
Una de las dificultades de la fe de hombres y mujeres es aceptar un dogma que la Iglesia exige de ser profesado porque así es, el razonamiento viene y se pregunta: ¿pero porque es así?; la Iglesia como magisterio guía, enseña, conduce, forma, educa al creyente, le hace más fácil el comprender términos en que Dios se revela al hombre, en que Dios da a conocer el misterio en torno a él, la Iglesia no engaña al hombre en absoluto, si el hombre no descubre el misterio, la Iglesia muestra su designio, su voluntad y su relación con el hombre basado en la sagrada escritura, de ese modo profundiza más su vida y relación con Dios. En el evangelio (la palabra de Dios), Jesús nos revela el misterio más grande que existe y que es una realidad, es un dogma de fe como anteriormente se mencionó, es decir, una verdad que debemos creer y volvemos a marcar “verdad”, si nos llamamos cristianos así lo debemos de aceptar. Cada vez que rezamos el Credo, decimos creer en un solo y único Dios (CIC 202), que es Padre Creador, que es Hijo Redentor y que es Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida y Santificador, atributos que va a desarrollar en la vida del hombre él paráclito. Tres personalidades de un Dios que actúa en un tiempo y bajo una perspectiva, en una etapa de la vida de los hombres, actualmente vive en Espíritu santo pues él es santo. Muchas veces causa risa el que algunos cristianos católicos están de acuerdo con algunos aspectos de nuestra fe, de nuestra doctrina, de nuestra religión, pero a la vez están en desacuerdo con muchas cuestiones que parece que no son católicos y aquí nuestros hermanos que no profesan nuestra fe dicen: “Ya ven porque razón no creemos eso nosotros, hasta ustedes mismos dudan”. Ser católico implica ver de una manera seria nuestra fe, es tan evidente como Jesús muestra, revela, aclara este misterio de la santísima trinidad, cómo un solo Dios, pero en tres formas de actuación en la vida del hombre en unión perfecta a la vez dice Jesús.
El cristianismo es la única religión que ha descubierto y así se demuestra, pues ninguna lo trata y basado en la revelación de Jesús dejado en su evangelio, que Dios es uno en tres personas distintas, esa pluralidad de Dios que los judíos, islam, practicas orientales no ven, Padre, hijo y Espíritu Santo, la Iglesia católica lo celebra porque ante la gran ascensión del Señor que va al Padre a unirse con el Padre y que ahora viene el paráclito se ve perfectamente bien esa pluralidad, pero más aun en el mandato de bautizar a los nuevos creyentes en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y que se puede traducir en cualquier biblia, tiene un sentido profundo, Jesús no hubiera gastado palabras en vano, el evangelista tampoco si no lo hubieran comprendido. Ante esta revelación divina de su íntima esencia, no nos queda otra cosa que agradecerle esta confianza y adorar a las Tres Personas Divinas como Dios, pero amaras sólo al Señor tú Dios, no tres personas dirán algunos…sí lo viéramos más sencillamente lo plantearíamos así: En la Creación, Dios Padre está como principio de todo lo que existe (primera persona). En la Encarnación, Dios se encarna, por amor a nosotros, en Jesús, para liberarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna (segunda persona).
En Pentecostés, el Padre y el Hijo se hacen presentes en la vida del hombre en la Persona del Espíritu santo enviándolo y allí concuerda con nuestro credo: “que procede del Padre, del Hijo”, cuya misión es santificarnos, iluminándonos y ayudándonos con sus dones, carismas y talentos a alcanzar la vida eterna (tercera persona).
Hoy la Iglesia celebra y adora la santísima trinidad porque allí en ese nombre (santísima trinidad) esta Cristo vivo, descubre que El Padre, el Hijo y el Espíritu santo están profundamente planificando nuestras vidas y fortaleciendo nuestra fe, alimentando día a día cada parte integral de nuestra vida y revelándose en cuanto a una voluntad que busca únicamente la felicidad del hombre, tal vez no haya muchos católicos eruditos, pero si llenos de una fe, capaces de creer con toda convicción el gran misterio de la trinidad revelado por nuestro Señor Jesús.