Dios Pide a su pueblo la confesión de sus pecados. 1 Jn 1, 8. Si decimos: ” No tenemos pecado “, Nos engañamos y la verdad no está en nosotros…
El confesar nuestras culpas en el sacramento de la reconciliación ayuda fuertemente a tener el corazón abierto a Dios. Si decimos no tener pecados es ¿porqué ya nos hemos alejado del pecado?, ¿realmente hemos cumplido con sus mandamientos?, Ya que estos se miden según el amor que les tenemos a nuestros hermanos.
La Confesión o sacramento de la reconciliación es la declaración de los pecados ya reconocidos, con el arrepentimiento y propósito de enmienda.
Para cada confesión debe haber una buena preparación en oración, invocando al Espíritu Santo para el reconocimiento de nuestra situación de pecado. Después del examen de conciencia, jerarquizar los pecados en cuanto a gravedad y frecuencia.
La confesión es primero a Dios, antes que al confesor; reconocer en mi interior las faltas en el cumplimiento de los mandamientos y confesarme pecador, sentir dolor por haber ofendido a Dios, y el deseo ferviente de no volverlos a cometer.
El examen de conciencia y confesión se realiza a partir de la última confesión bien hecha, no de todo el pasado. No hay que estar confesando los pecados ya confesados.
Distinguir entre confesión y consulta de problemas. Para esto hay que pedir cita concreta al sacerdote en otro momento y no mezclarla con la confesión. Tener muy claro que yo soy quien se va a confesar no voy a contar pecados de otras personas.
Nuestra Iglesia Católica nos invita a confesarnos por lo menos una vez al año, lo recomendable sería cada 2 ó 3 meses.
Jn. 20, 23 A quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan les serán retenidos.
El sacerdote no es el que perdona los pecados, los declara perdonados en nombre de Dios, si la persona cumplió las condiciones.
Cuando el sacerdote dice: ” Yo te perdono en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo”, el sacerdote como instrumento de Dios, porque cumpliste las condiciones de reconocimiento de pecado, de arrepentimiento y de confesión, Yo declaro que Dios te ha perdonado.
Toda la virtud de la penitencia reside en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él en profunda amistad. Tiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a la que acompaña un profundo consuelo espiritual, una restitución de la dignidad y de los bienes como hijos de Dios, y en amistad con Dios.
Núm. 5, 5-8 Yahvé dijo a Moisés: Di a los hijos de Israel: El hombre o la mujer que cometa algún pecado en perjuicio de otro, ofendiendo a Yahvé será reo de delito. Confesará el pecado que ha cometido y restituirá exactamente el objeto del delito, añadirá una quinta parte más y se la devolverá al que fue perjudicado. Y si no hay persona a quien devolver la cosa, se la darán a Yahvé. El culpable se la dará al sacerdote, además del carnero de reparación que se ofrece por él.
Salmo 51
3 Ten piedad de mí, oh Dios, en tu bondad,
por tu gran corazón borra mi falta.
4 Que mi alma quede limpia de malicia,
purifícame de mi pecado.
6 Contra ti contra ti sólo pequé.
7 Tú sabes que soy malo de nacimiento,
pecador desde el seno de mi madre.
8 Más Tú quieres rectitud de corazón,
y me enseñas en secreto lo que es sabio.
9 Rocíame con agua y quedaré limpio;
Lávame y quedaré más blanco que la nieve
11 Aparta tu semblante de mis faltas,
Borra en mi todo rastro de malicia.
12 Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,
renueva mi interior un firme espíritu.
14 Dame tu salvación que regocija,
y que un espíritu noble me de fuerza.
17 Señor abre mis labios
y cantará mi boca tu alabanza.
19 Mi espíritu quebrantado a Dios ofreceré,
pues no desdeñas a un corazón contrito.
En la acusación de las faltas, muestra con franqueza tu miseria, pero no embrollarse en los escrúpulos que ahogan el verdadero amor. Obedece las indicaciones del Director Espiritual o confesor; ¡ El representa a Jesucristo! Ser dóciles como un niño.
En el momento de la absolución abraza en espíritu el pie de la Cruz, recibe la preciosísima Sangre de la herida del Sagrado Corazón de Jesús, su preciosísima Sangre es la que borra tus pecados.