Voy ahora a recordar las obras del Señor, y a contar lo que he visto: las obras del Señor salieron de sus palabras, conforme a sus decisiones.
Así como el sol ilumina todo lo que está a la vista, así la obra del Señor está llena de su gloria.
Explicar este mundo de maravillas es una cosa que le queda grande aun a los santos del Señor. Porque el Señor, Dueño del Universo, le dio consistencia en su propia gloria.
El sondea tanto los abismos del mar como los espíritus de los hombres; él ve claro en sus proyectos.
El Altísimo conoce todo lo que se puede saber: conoce los signos de los tiempos.
Dice lo que ha sido y lo que será, descubre las huellas de las cosas pasadas.
Ni un pensamiento se le escapa, ni una palabra se le oculta.
Dispuso armoniosamente las obras maestras de su sabiduría, tales como han sido siempre y lo serán; no ha recurrido a ningún consejero; nada podría añadírseles o quitárseles.
¡Qué hermosas son todas sus obras¡; qué encanto contemplar hasta la más pequeña chispa!”
Todo eso vive y dura para siempre, todo obedece en todo momento.
Todas las cosas van de a par, una enfrentando a la otra; el Señor no ha hecho nada imperfecto.
Una destaca a la otra: ¿quién se cansará de contemplar su gloria?
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México