Señor, tú has sido para nosotros
un refugio a lo largo de los siglos.
Antes que nacieran las montañas
y aparecieran la tierra y el mundo,
tú ya eras Dios y lo eres para siempre,
tú que devuelves al polvo a los mortales,
y les dices:”¡Váyanse, hijos de Adán!”.
Mil años para ti son como un día,
un ayer, un momento de la noche.
Tú los siembras, cada cual a su turno,
y al amanecer despunta la hierba;”
en la mañana viene la flor y se abre
y en la tarde se marchita y se seca.
Enséñanos lo que valen nuestros días,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?.
Compadécete de tus servidores.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México