Lectio Divina: Domingo 4º Ordinario: Las bienaventuranzas
Mateo 5,1-12
1. Lectura
Lee cuidadosamente Mt 5,1-12 y pregúntate lo siguiente: ¿cuántas bienaventuranzas son? Lee cuidadosamente cada una de ellas y fíjate sobre todo por qué se les felicita. Compara la primera con la novena ¿en qué se parecen? Lee 4, 17 ¿qué había comenzado a predicar Jesús? Si tienes un poco más de tiempo e interés lee los vv. 23-25 y relaciónalos con las bienaventuranzas.
Si quieres descubrir por tu propia cuenta a quiénes dirige Jesús el mensaje de las bienaventuranzas lee 5,1 y 7,28.
Para comprender el alcance de la vivencia de las bienaventuranzas lee 5,13-16 y 7,24-27.
En caso de que desees profundizar un poco más compara las bienaventuranzas de Mateo con las de Lc 7, 20-26 ¿Qué trae Lucas en los vv. 24-26 que no registra Mateo? Según Lc 6,17 ¿En qué lugar proclama Jesús las bienaventuranzas? ¿Y dónde según Mt 5,1?
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Si queremos comprender mejor este evangelio consideremos, en primer lugar, que con mucha seguridad entre los primeros cristianos el sermón del Monte (5,1-7,29) estaba en íntima relación con la solidez de la vida; así parece indicarse al final de esta amplia sección con la parábola de la casa edificada sobre roca. Quien escucha estas palabras y las ponga en práctica (7,24) ciertamente no eliminará los problemas pero sí evitará las desgracias que conducen a la ruina total. De acuerdo al evangelio de Mateo la vivencia de las bienaventuranzas y, en general del sermón del Monte, realmente garantiza la verdadera felicidad. Además, si tomamos en cuenta que el sermón del Monte es el único discurso de Jesús que contiene casi exclusivamente preceptos suyos este mensaje y su vivencia estarían en íntima relación con la misión de la comunidad cristiana; recordemos que el Señor Resucitado encargará a los discípulos que enseñen y pongan por obra lo que él les ha mandado (28,20).
En segundo lugar, debemos tener presente que los destinatarios son los discípulos (5,1) y la gente que se queda admirada de su enseñanza (7,28). Ambos son sus destinatarios no sólo porque la vivencia de los valores del Reino sea una posibilidad para todos sino también porque nadie puede evadir esta responsabilidad. A partir de la proclamación programática de que “está llegando el Reino de los Cielos” (4,17) los valores que hacen auténticamente felices a las personas son una realidad para todos, sin excepción, al mismo tiempo que una tarea en la que nadie puede quedar como espectador.
En tercer lugar, si tenemos en cuenta que el término bienaventurado (en griego makários) significa feliz en sentido pleno y refiere una dicha insuperable, las bienaventuranzas son un proyecto de vida hacia donde las personas y las comunidades deben estar permanentemente orientadas. El Sermón del Monte no sólo es un objetivo a cumplir sino sobre todo una fuerza que nos arrastra en el verdadero camino de la vivencia del seguimiento de Jesucristo.
Veamos cada una de las bienaventuranzas brevemente. “Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos”; lo más probable es que esta bienaventuranza se refiera a quienes, además de ser pobres en sentido económico al grado de mendigar (en griego ptojós, diferente a penes), están desanimados y desesperados; ellos, junto con quienes son perseguidos por tener un comportamiento (y no sólo un anhelo) de búsqueda de justicia, es decir, de hacer la voluntad de Dios (v. 10) poseen el reino de los Cielos; para los primeros poseer el Reino significa el cambio de situación; para los segundos quiere decir que se sostendrán como testigos (10,16-20).
“Dichosos los que lloran porque serán consolados”; se refiere a los acongojados, a los que están profundamente angustiados, que casi se desmayan por su dolor; ellos serán consolados, es decir, animados.
“Dichosos los mansos (humildes) porque heredarán la tierra”; Mateo usa el término manso o humilde (11,29; 21,5) en el sentido de no violencia y de amabilidad; quienes no son violentos están en posibilidades de vivir plenamente pues la promesa de la tierra significa la renovación del mundo presente.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia (de hacer la voluntad de Dios) porque Dios los saciará”. El hambre y la sed corresponden, en la antropología mediterránea, a lo vital; si no se come y se bebe la vida no tiene sentido, más aún irremediablemente llega la muerte. Éstos tienen la garantía de que no quedarán insatisfechos; Dios se encargará de saciarlos, de satisfacerlos plenamente (véase Mt 14,20; 15,33. 37).
“Dichosos los misericordiosos porque Dios tendrá misericordia de ellos (porque obtendrán misericordia”; la misericordia equivale en el pensamiento judío, en muchas ocasiones, al amor; tiene el matiz de acudir al otro, estar al pendiente de los demás. El que tenga esta actitud no será dejado de la mano de Dios.
“Dichosos los limpios de corazón porque verán a Dios”; en el pensamiento judío la limpieza de corazón refiere la obediencia absoluta a Dios y a la buena intención. Quien se mueve en la vida con buenas intenciones puede ver a Dios; ver a Dios equivale a la confirmación de que lo realizado en la vida tiene sentido; la persona que vive con buenas intenciones comprobará, tarde o temprano, que su existencia valió la pena.
“Dichosos los que construyen la paz porque Dios los llamará sus hijos”; hacer la paz refiere una actitud activa para construir unas relaciones en las que el punto de referencia no sea el mero deseo de que las cosas estén bien sino el compromiso preciso para ir haciendo realidad lo bueno. Quien hace esto merece llamarse hijo de Dios.
La vivencia de estos principios trae consecuencias; las personas comprometidas no son neutrales. El Señor no promete la ausencia de problemas a causa del compromiso; sí garantiza la fidelidad y la auténtica alegría, esa que sólo tienen los que alcanzan a percibir en el Reino el valor absoluto desde donde todo adquiere un nuevo sentido.
2. Meditación
Veamos cada bienaventuranza ¿en qué aspecto de mi vida o de mi comunidad me hace reflexionar?
La vivencia de las bienaventuranzas realmente le da solidez a nuestra vida ¿en qué me hace pensar esto?
¿Cómo sería nuestra vida movida por las bienaventuranzas?
3. Oración
Proclamemos otra vez las bienaventuranzas; detengámonos después de cada una de ellas y hagamos una oración.
4. Contemplación – acción
¿En qué nos llenan de esperanza estas bienaventuranzas?
Analicemos la situación de nuestra familia, colonia, parroquia, pueblo o ciudad ¿cuál de estas bienaventuranzas es más urgente que pongamos en práctica?