La Liturgia de la Palabra – (Parte I)
La Liturgia de la Palabra es la parte principal de la Misa. La tarea de la asamblea reunida en este punto de la liturgia consiste en escuchar con reverencia y atención. La Liturgia de la Palabra inicia con la Primera Lectura y termina con la Oración de los Fieles.
El poder de la palabra hablada llega a su cúspide cuando esa palabra es la Palabra de Dios. Leída en comunidad, la Palabra se sostiene por su propia dignidad y está marcada con el poder que alcanza a los corazones y a las almas de aquellos reunidos que han venido a escuchar y oír lo que Dios habla a ellos, tanto en forma individual como en comunidad. Cuando Dios dijo, “¡Hágase la Luz!” y la luz se hizo- ¡Esa fue una palabra poderosa! Es esa poderosa Palabra la que queremos encontrar en la Liturgia de la Palabra. Las palabras poderosas que Cristo nos habla en la Misa tienen el objetivo de cambiar cosas, cambiarnos a nosotros, cambiar los corazones y las vidas de todos aquellos que las escuchan.
En el pasado, los Católicos se acostumbraron a “recitar la Misa” cuando el celebrante hablaba en Latín y lo seguían en los misales. Pero ahora la Misa se celebra en Español / Inglés y muchos otros idiomas, y podemos confiadamente poner a un lado nuestros misales y devotamente poner atención a la palabra que está siendo proclamada. “Leer” y “escuchar atentamente” son actividades muy diferentes y comúnmente tienen diferentes resultados. Cuando yo tengo mi propia copia del texto en la mano, no dependo de la proclamación de la Palabra de Dios a la comunidad. Yo soy independiente. Puedo leerla más rápido o más despacio que el lector, puedo leerla hacia atrás o hacia delante; ¡puedo leer algo diferente totalmente, si yo lo deseo así! Yo tengo el control de la Palabra. Pero, si estoy en Misa para un encuentro espiritual con la Palabra Viviente de Dios, entonces debo otorgarle el control a Dios. Debo dejar que Dios hable a través de la proclamación de las Escrituras. Si Cristo estuviese físicamente presente con su manto y sus sandalias y hablándonos en la Misa, ¿osaría alguno de nosotros seguir el misal? ¡Ciertamente no! Estamos llamados a escuchar atentamente la Palabra de Dios y permitir que la Palabra nos forme, desafíe, conforte y abrace.
“Cuando las Sagradas Escrituras se leen en la Iglesia, Dios mismo está hablando al pueblo, y Cristo, presente en sus propias palabras, proclama el Evangelio. Por tanto, todos deben escuchar con reverencia a las lecturas de la Palabra de Dios, porque forman un elemento de gran importancia en la Liturgia” (GIRM #29).
La manera en que nosotros cristianos contamos nuestra historia en la liturgia, tiene mucho que ver con el estilo de los contadores de historias de las comunidades Judías del tiempo de Jesús. Las Escrituras del Antiguo Testamento contienen todo tipo de literatura – narrativa, poesía, profecía, leyes y demás. Estas fueron proclamadas en la sinagoga, escuchadas por judíos devotos, incluyendo a Jesús; y discutidas entre todos para su entendimiento e implicación en la vida Judía. Las Escrituras del Nuevo Testamento contienen principalmente cartas y narrativas escritas para las primeras comunidades Cristianas, tratando de recordar la vida y ministerio de Jesús y aplicar sus enseñanzas en sus vidas. Todas estas escrituras juntas constituyen nuestra rica historia de fe.
Office of Worship Archdiocese of Santa Fe, 2003 Liturgical Catechesis – #11a