(Naamán general del ejercito de Siria padeciendo de lepra) Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Su carne volvió a ser como la de un niño pequeño, y quedó limpio.
Él y toda su comitiva volvieron ante el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él y exclamó: “Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Recibe, pues, un presente de tu siervo.”
Pero él replicó: “Vive Yahvé ante quien sirvo, que no he de aceptar nada”. Le insistió que aceptara, pero él rehusó.
Naamán dijo: “Entonces, que al menos se entregue a tu siervo tierra, la carga de un par de mulos, porque tu siervo no ofrecerá ya holocausto ni sacrificio a otros dioses más que a Yahvé.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México