El acolito y la nueva atapa de la Iglesia, urgencia de formación. (Primera parte)
Por Juan Revilla.
Vemos en nuestras celebraciones a unos personajes que pasan la mayor parte del tiempo a un costado del altar, al pendiente de todos los detalles del culto, desde antes de empezar ya llegan e inspeccionan cada parte del altar, checan que todo esté en orden y listo para ser utilizado; entre estos personajes encontramos a unos muy singulares, que vestidos con vestiduras rojas , negras y blancas y casi por lo regular son niños que ayudan al Padre, al Obispo o al diácono e incluso al ministro de la eucaristía en la celebración del culto.
Otro momento donde es común ver a estos niños jóvenes es en la celebración de los sacramentos ahí también aportan con su esfuerzo el que la celebración se lleve a cabo, muchos los miran con gran estima, se ven como pequeños ángeles bien vestidos, otros como un ejemplo a seguir y así una serie de comentarios la mayor parte positivos van determinando a la persona del acólito.
En el avance significativo que la Iglesia despliega como evangelizadora, el acólito no puede quedar fuera, es una semilla potencialmente rica en santidad, la cercanía del culto lo puede conducir al amor de Dios de una manera increíble pero, también es cierto que se puede volver una monotonía y un culto exterior sino está bien cimentado este pequeño.
Basado en la anterior, razón urge es trabajar afanosamente con los futuros acólitos, por ello es importante introducirlos de manera integral a la vida religiosa y espiritual, que ellos encuentren en el servicio la razón de su ser y la relación con Dios.
Un plan de formación adecuado puede evitar quebraderos de cabeza a futuro, un programa elaborado a su capacidad teórico-práctico nos va a permitir que el acólito tenga un crecimiento sano en la fe y una relación afectiva única con Dios
A continuación se detallan algunas acciones fundamentales que requieren de una atención prioritaria en el programa de su acolitado:
Primera acción. Selección del acólito.
Realmente este punto no debiera interesar tanto, sin embargo aunque son pequeños o adolescentes es necesario observar a quién se invita a formación, cierto que son semillas invaluables y estrellas brillantes que Dios va a moldear también, por ello mismo puede haber entre ellos unos llamados por naturaleza a ese servicio, no es discriminación simplemente es formar acólitos sanos, muchas veces algunos jóvenes tienen problemas importantes que viven en sus hogares y que alteran su comportamiento, sus costumbres y hábitos, adquieren una formación en el hogar que se inclina a ciertas acciones y que al entrar en contacto con la Iglesia son inevitable practicarlas, el formador debe de considerar que esos detalles van implicar un gran reto, dirigir aquella alma a un estado de fraternidad y de servicio sano, quizá sea el instrumento en su hogar para cambiarles el rumbo a sus familiares, o quizá se va a batallar mucho con su conducta y puede alterar la armonía en el grupo de acólitos orientando a otros al desorden, por tanto es evidente que a juicio del formador descubra en ellos el estado emocional que se vive en su hogar.
Segunda acción. Explicar el papel que va a desempeñar (llamado).
Los catequistas, formadores y sacerdotes muchas veces desmeritamos a los niños y jóvenes pensando que con el simple hecho de ser convocados ya adquirieron conciencia de donde están y porque han sido llamados; estos niños y jóvenes deben de ser tratados con el respeto que se le da a un adulto y como cuando se va a contratar a un trabajador se les explica su función aún siendo pequeños es necesario explicar el motivo por el cual van a ser formados y el papel vital que van a desempeñar, que importante es como acólito ante la Iglesia y ante Dios, así cuidarán con cariño de lo que van a ser participes. Está acción va a ser sostenida con la introducción o reunión introductoria donde se hacen llegar y evaluar los pormenores que hay que cumplir. El numeral 187 del misal romano señala las funciones específicas para lo que son convocados:
187. Las funciones que el acólito puede ejercer son de diversa índole y puede ocurrir que varias de ellas se den simultáneamente. Por lo tanto, es conveniente que se distribuyan oportunamente entre varios; pero cuando sólo un acólito está presente, haga él mismo lo que es de mayor importancia, distribuyéndose lo demás entre otros ministros.
En el numeral 100 se cita de manera oportuna que es con lo quemás van a tener contacto:
100. Los acólitos o monaguillos son quienes son asignados para que lleven la cruz, los cirios, el incensario, el pan, el vino, el agua, e incluso pueden ser destinados para que, como ministros extraordinarios, distribuyan la sagrada Comunión.
Si se observa el papel a desempeñar es muy importante, su formación debe de ser integral y desde la selección del libro de acólitos hasta las guías y dinámicas, cantos y juegos a utilizar deben de ser cuidadosamente seleccionadas. Por lo regular la primera etapa introductoria genera un ambiente sano, atractivo y de interés, el Sacerdote debe de hacer el esfuerzo de conocer su nombre para que ellos vean la atención personal del representante de Cristo.
Tercera acción: Incluirlos en los planes y campañas de la Iglesia.
Es muy común dejar a un lado a los acólitos en la información y campañas de la Iglesia, razonamos y pensamos que ellos no tienen nada que ver, pero es un error ya que si desde pequeños los niños y jóvenes manejan el lenguaje de la Iglesia evangelizadora, ellos se van a relacionar de forma directa con una Iglesia viva y no sólo el edificio, hablarán el lenguaje por ejemplo de parecida, de la misión continental o pastoral social, es decir agentes pastorales bien formaditos desde el principio.
Para concluir con esta primera parte, el futuro de un buen cristiano y servidor está en el cuidado y tiempo que les dediquemos a los niños y jóvenes, el amor manifestado y el respeto de su función permitirá una sana relación con los adultos. Como parte de la Iglesia renovada , ellos también evangelizan y muestran la misión a cumplir para los demás fieles, su solidez doctrinal va a ser cimiento para futuros apóstoles enamorados de Jesús y de su Iglesia