Jesús es la palabra de Dios hecha hombre, encarnada en la pobredumbre del mundo, pero que no se pierde, sino brilla en la penumbra.
La palabra de Jesús es llena de autoridad que no sólo escandaliza a los poderosos, sino que el propio Satanás se inclina ante la presencia del Hijo de Dios.
La palabra de Jesús es una palabra que sana, no sólo físicamente, sino, espiritualmente, es capaz de levantar a los tullidos, de dar vida a aquellos que la sociedad ha matado en vida, es capaz de cerrar las heridas y limpiar a los hombres para cambiar sus corazones a Dios.
Es una palabra llena de vida y verdad que llena el vacío de los hombres que siempre han buscado y ansiado la libertad plena que no ata, sino que llena y satisface al hombre hambriento de justicia.
La palabra de Jesús hace estremecer alas autoridades que se sienten hostigadas y amenazadas por la presencia de Jesús.
Es la palabra que dará fin a toda la maldad sembrada en la tierra y que liberará al hombre de la muerte y el pecado.
La persona y la obra de Jesús, signos de la instauración del reino de Dios
Mediante la vida terrena de Jesús, se hace presente el Reinado de Dios en la tierra.
Los milagros de Jesús, son la manifestación patente de que el Reino de Dios está ya aquí y ahora obrando para que el hombre se libere de las cadenas opresoras del maligno.
Jesús cura a todos perdonando los pecados e invitando a una conversión definitiva a Dios.
Dios, no impone a los hombres su reino. Más bien él ofrece ese regalo para quién desee la salvación definitiva del hombre.
Dios da su reino de amor, paz, justicia, alegría, caridad, etc., en la persona de Jesús, quién con sus actos y palabras no hace más que amar a los oprimidos del enemigo.
Jesús libera definitivamente al hombre depositando en los corazones el amor más perfecto que existe, el de Dios único y verdadero.
La pascua de Jesús, realización de la salvación
La muerte y resurrección de Jesús, es el momento de la historia de la salvación en que tendrá lugar la realización de la plena salvación.
Cuando los discípulos se enteraron que ha Jesús lo habían condenado a muerte, huyeron para escapar de la misma suerte de Jesús, pero ellos no imaginaban que ese era el momento en que todo comenzaba.
Para los discípulos la muerte de Jesús representaba el fracaso total y rotundo de la vida y misión de Jesús, más sin embargo, la muerte de Jesús no es porque los judíos así lo planearán, sino porque Jesús se entregaba a la muerte por su propia decisión.
La muerte de Jesús fue libre, nadie lo llevó a la muerte, él sólo se entregó para darle a la creación la salvación definitiva.
La resurrección de Jesús, máxima intervención de Dios en la historia
No podemos continuar sin decir que la resurrección de Jesucristo, ha sido la máxima intervención de Dios en la historia.
¿Por qué, éste suceso es tan importante en la historia de la salvación?, La respuesta es porque sin la resurrección, no podemos hablar de salvación definitiva y plana del hombre por Dios.
La resurrección es el origen de la fe de la Iglesia, sin este acontecimiento sería inútil hablar de la Salvación.
San Pablo lo manifiesta al decir que si Jesús no hubiera resucitado, entonces vana sería nuestra fe, pues nuestro Dios, sería un Dios muerto, y el Dios en el que creemos no es un Dios muerto, sino un Dios vivo por siempre y presente en la vida de la Iglesia por los siglos de los siglos.
La pascua de Jesús, su misma definitiva liberación
El misterio de la pascua de Jesús, es para él mismo su liberación, pues en su condición de hombre queda liberado para siempre de la corrosión del pecado, de la inmundicia del hombre.
Jesús obtiene la liberación de su condición carnal, superando los límites de la carne y resucitando en un cuerpo glorioso que le muestra el camino para llegar a la diestra del Padre.
En la resurrección de Jesús, comienza la nueva creación, Jesús es el nuevo Adán que estará eternamente en gracia de Dios.
La comunicación de la filiación divina
Al resucitar Jesús, se iguala al Padre, pues, es capaz de dejar la vida en el momento que quiera y recuperarla del mismo modo.
Sólo Dios puede dar y quitar la vida, porque él es su dueño, por tanto Jesucristo en su resurrección demuestra que él es verdaderamente Dios, que no es otro profeta, o maestro simplemente, sino que es Dios.
Jesucristo en calidad de resucitado, comparte del mismo poder y gloria del Padre en el Espíritu Santo.
Este misterio se prolongará definitivamente en la Iglesia.