Curso de la historia de la salvación: Unidad XII y última del curso: María y la Iglesia y la parusía. Padre Jorge Alberto Limón.

Curso de la historia de la salvación: Unidad XII y última del curso: María y la Iglesia y la parusía. Padre Jorge Alberto Limón.

María, como ciudadana hebrea no tiene ninguna importancia, es otra mujer más de tantas que existen en los tiempos del Mesías…

María, madre de Jesús, tipo y figura de la Iglesia

Objetivo

Descubrir el papel de María como tipo de la Iglesia y su presencia en la misma.
La figura de María

María, como ciudadana hebrea no tiene ninguna importancia, es otra mujer más de tantas que existen en los tiempos del Mesías.
Ésta mujer a la cual hoy le rendimos un culto especial como la madre del Hijo de Dios, era un ser humilde que jamás imaginó la grandeza a la que estaba destinada.
María, en toda la narración de los evangelios aparece pocas veces y cuando aparece permanece casi en silencio.
“Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón” (Lc 2, 51). Ésta frase, nos indica que María no entendía muchas de las cosas que sucedían, sin embargo se mantenía fiel a la voluntad de Dios, era la sierva que obedecía aunque muchas cosas no las comprendiera.
La imagen de María es la precursora de lo que será después la Iglesia.

El misterio de María

La predestinación de María es voluntad de Dios: El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó ala muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida (LG 56; cf 61).
Para que María, pudiera ser la Madre del Salvador, Dios la dotó de dones que la elevaran al nivel de tan grande misión. Desde su nacimiento, María fue redimida del pecado por lo que el ángel Gabriel al saludarla en la anunciación la llamó “la llena de Gracia”.
A lo largo de la historia, la Iglesia ha reconocido dicho atributo de María, así que el dogma de su inmaculada concepción es proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:
…la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención de los méritos de Jesucristo Salvador del género humano (DS 2803).
La maternidad de María es plena en el momento en que Jesús la entrega a los cuidados de Juan y al mismo tiempo entrega a Juan a los cuidados de María, de tal suerte que la entrega en la figura de Juan a toda la humanidad, tal dogma de fe es promulgado en el año 531 diciendo que: “María es Madre de todos”.
Mucho se habla de la virginidad de María, unos argumentan que en la Biblia se habla de los hermanos de Jesús (Mc 3, 31-55; 6,3), sin embargo en los tiempos de Jesús, el vocabulario existente es poco por lo que se utiliza la palabra hermano para designar a los parientes más cercanos como los primos, tíos, etc.
Así, nosotros no debemos tener duda de la virginidad de María, pues la explicación es clara. Jesús, no tuvo más hermanos de sangre, porque María se entregó en cuerpo y alma a Dios y lo expresó de forma contundente al decir: “He aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).
La Virgen María “colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres” (LG 56). Por su obediencia, ella se convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes.

El misterio de María: María y la Iglesia

María, ha de transmitir a la Iglesia la fe incondicional a Dios de tal forma que la confianza de los hombres este puesta toda en Dios a través de la Iglesia peregrina en la Tierra.
La imagen de María se ha de transportar a la Iglesia no sólo en la fe, sino que la Iglesia se convierte en Madre protectora de todos los fieles, de todos los bautizados que son los hijos de Dios.

Conclusión
La Parusía, consumación del Misterio de Cristo y de la Salvación

Objetivo

Que el alumno, después de haber estudiado los temas de la Historia de la salvación, identifique con más facilidad su misión como parte de ella.
Resurrección
La pregunta que nos hacemos muchos y que no satisfacemos por más que nos esmeramos en encontrar la respuesta es ¿qué es resucitar? Al morir nuestros cuerpos se corrompen, pero nuestras almas va al encuentro con Dios mientras espera la unificación del alma con el cuerpo glorioso que Dios en su inmensa misericordia nos otorgará la vida incorruptible por la virtud de la Resurrección de Jesús (cf CIC 997).
Por otra parte, nos exalta la duda de quienes resucitarán, pues a ésta pregunta hemos de responder: Todos, los que amaron e hicieron el bien resucitarán para la vida en Dios y los que pasaron odiando y haciendo el mal para la condenación eterna (cf CIC 998).

Pero, aquí no queda todo el asunto, porque también nos preguntamos ¿cómo resucitaremos? Jesucristo, resucitó con su cuerpo y él mismo la afirmó cuando dijo a sus discípulos: “Mirad mis manos y mis pies; soy Yo mismo” (Lc 24, 39).
Del mismo modo nosotros hemos de resucitar con el cuerpo que tenemos ahora, pero glorificado en Cristo. Jesús resucitó con su mismo cuerpo pero transformado, sin embargo no volvió a una vida terrenal, así nuestro cuerpo será cuerpo espiritual (1Cor 15, 44; cf CIC 999).
Dicha situación de nuestro cuerpo y alma es incomprensible a nuestra lógica humana, supera la imaginación, por lo tanto dicho misterio será entendido sólo ala luz de la fe.
Así como en la eucaristía el pan deja de ser sólo harina de trigo con otros elementos materiales, para convertirse en el cuerpo de Cristo, y lo creemos y confirmamos al participar de la comunión, así de la misma manera podemos comprender la resurrección sólo en la fe.
Por otro lado, también nos preguntamos cuándo será esto, sin duda alguna será en el último día, en la segunda venida de Jesús ala que llamamos Parusía.

Parusía

La Parusía o aparición gloriosa de Jesús resucitado al final de los tiempos, es la consumación del misterio de Cristo y de la salvación, pues todos nos esforzamos por algún día llegar a la presencia de Dios glorificado.
Estamos convencidos de que Jesucristo volverá al final del mundo para completar así la consumación de la salvación.

En esta palabra de Parusía, se deja entrever también el misterio de Dios en el que una parte es clara a nuestros ojos pero otra es completamente desconocida, porque como todo lo que proviene de Dios es misterio, en el sentido de que es infinito y la mente humana no es capaz de abarcarlo todo.
Así, tendremos que conformarnos con saber que la resurrección, de alguna forma ya la estamos viviendo en Cristo mediante la Iglesia que comparte con los fieles, todo el misterio de Dios.
Lo anterior quiere decir que por medio del sacramento del Bautismo morimos al pecado y resucitamos a una nueva vida en Cristo Jesús por los dones otorgados del Espíritu Santo.

La vida terrena tiene su fin en la muerte, cuando sucede esto la alma inmortal recibe el juicio particular de las obras hechas en nuestra vida en la tierra.
De esta forma, somos llevados al cielo, si estamos en gracia de Dios y purificados perfectamente (ésta purificación la podemos obtener a través del sacramento de la unción de los enfermos), pero si tenemos que limpiarnos o purificarnos, somos conducidos al purgatorio, donde es la purificación final.
Por último si morimos en pecado grave o mortal somos llevados al infierno.
También, pasaremos por el juicio final que será cuando vuelva Cristo Glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo Él decidirá su advenimiento. Entonces, Él pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros conoceremos el sentido de toda la obra de la creación y de toda la historia de la salvación y comprenderemos los caminos admirables por los que su providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último. El juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte. (Cf CIC 1040).
Bibliografía
Catecismo de la Iglesia Católica
Librería Juan Pablo II

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