Los comienzos de un predicador. I parte
Por Juan Revilla.
Puedes hablar de muchos temas e incluso de aquellos con los que no estás familiarizado, puedes ser un excelente vendedor y más aún de cambaceo, todo venden, hay hombres que cuando platican saben expresar muy bien sus ideas, vemos en la tv a grandes políticos con una gran elocuencia y expresión oral, oímos a grandes locutores en la radio y todavía sin ser un especialista en algunos temas, las radiodifusoras se atreven abrir bloques de temas del matrimonio, de la homosexualidad, de anticonceptivos y oímos cada barbaridad de estos locutores, pero al final no pasa nada.
Para nosotros como católicos es muy común escuchar a los sacerdotes en misa, los escuchamos y tratamos de entender lo que nos quieren enseñar, hummm, muchos temas se nos hacen complejos y salimos con grandes dudas, otras veces, ya queremos que termine la misa para irnos a nuestras labores, será porque el sacerdote no hizo que me interesará el mensaje para ese domingo, me gusta ir a misa porque ese sacerdote si me pone en mi lugar, ese si sabe hablar, podemos citar varias expresiones que los católicos hacemos, pero al final podemos concluir, que difícil es hablar de religión, parece que es de otro mundo y para rematar, nadie se pone de acuerdo.
Había un excelente maestro de educación superior, formaba a grandes profesionistas y un día le toco asistir a platicas pre-bautismales, lo habían invitado de padrino de un bebito, que honor para el papá tener un compadre tan sabio, distinguido en la sociedad; empezaron las platicas y comenzó a observar que las platicas carecían de profesionalismo, muy mal estructuradas, se preguntaba en sus adentros ¿y estos que hacen aquí?, ¿Qué mal está la iglesia, ya ni tiempo tienen los padrecitos para dar las platicas?, ufff que difícil pasar esas 2 horas escuchando a gente inepta y con ideas tan anticuadas y teóricas, de pronto siguió otro hombre que comenzó una charla, manejo de una voz potente, seguro de lo que platicaba, se acerco varias veces a él y con descaro aseveró puntos de la religión que hasta le dieron ganas de confrontarlo, pero sus palabras parecían que tenían autoridad y desistió de ello, termina la plática y mucha gente le aplaude con fervor, a él no le queda más que reconocer que si lo hizo más o menos, faltan pulir unos detalles , pero se le puede escuchar.
Más tarde se da la oportunidad de tener contacto con el predicador, momento que no desaprovecha este hombre y le comenta, amigo estuvo bien, pero le hacen falta algunas cosas significativas, si me permite se lo puedo mostrar, al predicador le pareció muy bien y le puso atención, cuando este gran maestro formador de grandes profesionistas intento explicarle se dio cuenta de una gran verdad, no conocía nada de oratoria sagrada, mucho menos de religión y le dijo: mire amigo le doy mi tarjeta, véame el siguiente martes ahí en la escuela lo espero, pensó mientras me informo de algunos aspectos para no estar en desventaja con el predicador.
Cuando empezó a investigar acerca del mensaje y preparar algo para decirle como hacerlo, se dio cuenta de que, es difícil hablar de Dios, no sabía que tono darle al expresar la oratoria y se le vino la figura del sacerdote, imitar a un sacerdote, ¡no!, yo hablando de Dios, en eso llega el predicador sonriente, ¡qué tal, buenas tardes!, ¡aquí estoy para aprender de usted mi buen amigo!, cuando intentó explicarle sólo podía mencionar unos aspectos técnicos que en realidad no eran de importancia y nada que ver con la predicación sagrada, peor, eso ya lo sabía el predicador, el predicador con una sonrisa amplia le dijo: muchas gracias por sus consejos los tomare en cuenta, con permiso y el maestro le dijo: ¡amigo espere por favor!, necesito preguntarle una cosa, ¿por qué yo no sentí que lo decía con convicción y autoridad, pero, me duele, necesito que me enseñe, sentí ausencia de vida en mi persona, ¿cómo lo hace?, el predicador contesto, mi buen maestro, hay algo, que no se lo dan los libros, ni los estudios, ¿sabe qué es?, el poder del Espíritu Santo, Dios nos a dado el Espíritu Santo para que por medio de él, llegue la palabra de nuestro Señor Jesús con autoridad y eficacia hasta el fondo de las entrañas, capaz de transformar a hombres y mujeres con la sola escucha de su palabra.
Así empezó la vida de la predicación de este maestro, lo invito el predicador al ministerio de evangelización, contento vio allí hombres comunes que estaban muy contentos y felices, inmediatamente fue recibido con grandes sonrisas y deseos de que su estancia ahí fuera placentera, su sonrisa se borro cuando el coordinador al despedirse le dijo: necesitas tener un encuentro personal con Jesús, eeeehh, pues ¿que no era sólo el poder del Espíritu Santo?, el coordinador afirma un retiro, sino, no puedes pertenecer a este ministerio, pues no estamos en comunión contigo, ya que la sintonía es nuestro Señor Jesús. Nada fácil para este hombre, acostumbrado a planear su vida, ahora un ministerio le planeaba la vida.
Por cuestiones de la vida, el fin de semana iba a ver retiro kerigmático, lo invito el predicador, le dio horario y condiciones de este mismo, era tal la espinita clavada, que se decía: ¿Por qué tanto requisito?, bueno vamos a ver de que se trata, llego ese día, un joven predicador de 40 años, en comparación con los suyos 55 años dio inicio con el primer tema, ¿que estaba pasando?, ¿Qué dice este hombre?, ¡otra vez ese poder!, las lagrimas hicieron presencia y sintió que algo dentro de él se desquebrajaba, ¡no es posible que con sólo la palabra, me haga sentir esto!; recordó las palabras de aquel predicador “hasta el fondo de las entrañas, capaz de transformar a hombres y mujeres con la sola escucha de su palabra”, nunca volvió a ser el mismo, todo se transformó y sólo pudo expresar: “de que me he privado, todos estos años”, ¡tanto preparar a otros para ser elocuentes, con una gran dicción y presencia única, sino tienen esto!
Es así, Pedr y Juan y el resto de los apóstoles no tenían preparación humana, sino que estban llenos del Espíritu Santo y estaban totalmente entregados a Jesús. Por eso su palabra tenía poder y se acompañaba de signos poderosos.