El sumo sacerdote Helquías dijo entonces al secretario Safán: “En la casa de Yavé encontré el Libro de la Ley”. Después se lo pasó a Safán quien lo leyó.
El secretario Safán fue luego a ver al rey y le entregó un informe, diciéndole: “Tus servidores reunieron el dinero que estaba en la Casa y se lo entregaron a los obreros encargados de la casa de Yavé”.
En seguida el secretario Safán comunicó la noticia al rey: “El sacerdote Helquías, le dijo, me pasó un libro”. Y Safán lo leyó en presencia del rey.
Cuando el rey oyó las palabras del libro, rasgó su ropa.
El rey dio esta orden al sacerdote Helquías, a Ajicam hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, al secretario Safán y a su ministro Asaías: “Vayan a consultar a Yavé por mí, por el pueblo y por todo Judá respecto a las palabras de este libro que se acaba de encontrar. Yavé debe estar listo para descargar sobre nosotros toda su cólera porque nuestros padres desobedecieron las palabras de ese libro y no pusieron en práctica todo lo que allí está escrito”.
El rey cursó una invitación, y todos los ancianos de Judá y de Jerusalén se congregaron junto a él.
Subió a la casa de Yavé acompañado de todos los hombres de Judá, de todos los habitantes de Jerusalén, de los sacerdotes y de los profetas, de todo el pueblo desde el más chico hasta el más grande. Delante de ellos leyó todas las palabras del Libro de la Alianza que había sido encontrado en la casa de Yavé.
El rey estaba de pie en el estrado, y en presencia de Yavé, renovó la alianza: Se comprometió a seguir a Yavé, a observar sus mandamientos, sus órdenes y sus preceptos, con todo su corazón y con toda su alma. Se comprometió a respetar las palabras de esa alianza tales como estaban escritas en ese libro, e hizo que todo el pueblo se comprometiera con la Alianza.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística.México