Comentario al numeral 133 del documento “Qué en Cristo nuestra Paz México tenga vida digna”, En Cristo no hay lugar para la violencia.
Por Juan Revilla.
La historia nos ha enseñado que la violencia nunca va a hacer que el hombre entrelace una buena relación de amor entre sí, amarse y respetarse, la Iglesia en el numeral 133 y siguientes, hace una profunda reflexión y análisis de la violencia que reina en México, en todas sus esferas, niveles económicos y de todas las formas posibles de violencia; golpes, agresión verbal, ataque psicológico, maltrato espiritual y material es lo que prevalece en la sociedad, saliendo afectado como es de costumbre el más débil, el más desprotegido, el oprimido, el marginado y el pobre; que denigrante el usar al pobre que por hambre se presta a generar violencia, aprovecharse del marginado para obtener jugosas cantidades de dinero, nos deberíamos sentir indignados el ver el uso de la violencia para mantener el orden en un hogar.
De una manera directa y objetiva, cito a continuación el numeral 133 del documento “Qué en Cristo nuestra paz México tenga vida digna” tal cual está textualmente en el mismo documento:
133. Jesús rechazó la violencia como forma de sociabilidad y lo mismo pide a sus discípulos al invitarlos a aprender de su humildad y mansedumbre (Cf. Mt 11,29). Para romper la espiral de la violencia, recomienda poner la otra mejilla (Cf. Mt 5, 39), perdonar siempre (Cf. Mt 18,22) y, amar a los enemigos (Cf. Lc 6,35), paradoja incomprensible para quienes no conocen a Dios o no lo aceptan en sus vidas. La motivación evangélica que justifica esta recomendación es clara: imitar a Dios (Cf. Mt 5,45); el amor a los enemigos hace al ser humano semejante a Dios y en este sentido, lo eleva, no lo rebaja. Así, el discípulo se incorpora en la corriente perfecta del amor divino para salir de sí mismo y construir una humanidad solidaria y fraterna. El discípulo de Jesús debe amar gratuitamente y sin interés, como ama Dios, con un
amor por encima de todo cálculo y reciprocidad.
El numeral empieza así: “Jesús rechaza la violencia como forma de sociabilización” y yo creo que todos los creyentes nos unimos a Jesús, no es miedo pues las mismas huellas de la violencia alimentan el corazón del hombre con odio y resentimiento, que acumulado puede estallar en violencia, romper el yugo, por lógica está violencia nunca va a sostener a un país, ni va a sociabilizar al hombre, Jesús era consciente de esta violencia pues cuando iba ser arrestado, Pedro en un impulso natural de cansancio por la opresión de la autoridad romana y del mismo judío que se aprovechaba del más pobre, atacó a uno de los siervos del sumo sacerdote y las palabras de Jesús fueron contundentes: Jn 18, 11 Jesús dijo a Pedro: “Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?”, con este gesto Jesús exige al Cristiano que no utilice la violencia en ningunas de sus formas, cuan grande es el regalo del lenguaje verbal que Dios ha dejado a la humanidad como forma de comunicación y entendimiento Gen 3, 9-14, a la Iglesia nos queda claro, Jesús quiere que se rompa ese círculo vicioso de violencia en que hemos caído los hombres, no podemos reaccionar de la misma manera y el nos pone el ejemplo cuando siendo interrogado por Pilato le dice: Jn 18, 36 Respondió Jesús: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.”, que triste que los hombres veamos a Jesús como algo teórico, espiritual, una historia, lo expreso así porque nos encanta la violencia, gritamos ,manoteamos, insultamos, golpeamos y de todo esto que hacemos, los ojos de nuestros pequeños hijos lo van grabando, repitiéndose el círculo vicioso que no termina y es más cruel pues menos sensibilidad hay por las nuevas generaciones.