Aleluya
Introducción
“Aleluya” es una palabra breve, cargada de sentido, que en los labios de la comunidad cristiana, sobre todo en el Tiempo Pascual y en domingo, expresa y alimenta a la vez actitudes de alabanza y alegría.
También esta palabra, como el “amén”, viene de la lengua hebrea, y la hemos conservado tal cual. Hallelu-jah quiere decir “alabad a Yah(ve)”, “alabad a Dios”. Es una aclamación que nos une con los mismo judíos, con la generación de Jesús, con siglos y siglos de fe cristiana en todas las confesiones de oriente y occidente, porque todos incluimos en nuestra oración antigua y siempre nueva aclamación del Aleluya,
Cantando el aleluya nos ponemos en la actitud fundamental del cristiano: la alabanza, la adoración de Dios. San Agustín explicaba el sentido de esta palabra: “sabéis que Aleluya en latín significa alaba a Dios, y con esta palabra, en unión de voces y sintonía de corazón nos exhortamos mutuamente a alabar a Dios” (sermón 255).
Historia
No sabemos con datos históricos seguros cómo y cuándo entró el Aleluya en la Misa, en el lugar que ocupa como aclamación antes del evangelio. Su raíz bíblica es evidente: la Iglesia continúa aclamando a su Señor como la comunidad del Apocalipsis. También parece seguro que fue en oriente donde empezó a forma parte de la estructura de la Eucaristía.
Lo que si sabemos es que en la evolución del Aleluya hubo una diferencia considerable entre oriente y occidente. Los orientales no lo consideraron como un canto pascual, reservado para los tiempos de alegría. Ellos lo cantaban y lo siguen cantando todo el año, incluida la Cuaresma y las celebraciones de los difuntos. Por el contrario en Roma el Aleluya se reservó para la Pascua y los días festivos, excluyéndolo de la cuaresma (s. VI). Lo mismo pasó en el oficio de difuntos: al principio no se veía por qué en é no pudiera cantarse el Aleluya. Fue más tarde cuando el Aleluya se fue cargando de resonancias de alegria y de Pascua. Y lo que era un canto de alabanza (que es lo que significa: alabad a Dios) se convirtió poco a poco en júbilo pascual: una alabanza motivada concretamente por la alegría de la victoria de Cristo Jesús. Por eso en nuestra liturgia es un canto más propio de la cincuentena pascual y de los domingos de fiestas.
El aleluya antes del Evangelio
Donde con mayor frecuencia encontramos el Aleluya en nuestra Eucaristía es como canto de aclamación antes del evangelio, sobre todo en los domingos y fiestas.
El sentido esta aclamación es: “los fieles están de pie y veneran el libro de los evangelios con sus aclamaciones al Señor” (OLM 17): “el Aleluya” (o el versículo antes del evangelio) tienen por sí mismos el valor de rito o de acto con el que la asamblea de los fieles recibe y saluda al Señor que va a hablarles, y profesa su fe con el canto” (OLM 23). El canto del Aleluya, quiere ayudarnos a manifestar comunitariamente nuestra acogida al Cristo que nos va hablar. Todas las lecturas son “palabra de Dios”, pero la del evangelio es particularmente “palabra de Cristo. El Aleluya, como aclamación al evangelio, debería ser cantado por toda la comunidad.
Fuente:
Comunidad Eclisíal San Francisco de Asis