Aquí ponemos algunos de los muchos razonamientos que utiliza el católico para no participar de la santa Eucaristía:
1. Gente rígida: ¿os habéis fijado que en la Iglesia todo el mundo pone la misma cara?. La gente no ríe. Esta postura sería y rígida la he notado en cualquier parta de los lugares que conozco, en casi todas nuestras celebraciones eucarísticas. Claro que responde a la manera como hemos sido educados; pero creo que ya es hora que hagamos algo para cambiarlo.
A veces, cuando doy la paz y la gente sólo me da la mano, sin mirarme, y me dice: “la paz sea contigo”, me viene la tentación de contestarle “quédatela para ti”.
2. Los hijos de la ley: son gente que viene a la iglesia (a misa), como quien va a la oficina con el reloj en la mano. Entran a fichar en el momento justo, y salen disparados tan pronto como acaba el trabajo. Pero, con esta actitud siempre se llega tarde. La misa empieza y acaba fuera de la Iglesia, en un encuentro con la gente. Por eso en las antiguas catedrales había aquellos pórticos para encontrarse unos con otros. Hoy parte aquel objetivo el breve ensayo que se hace antes de empezar la eucaristía. El canto distiende y une.
Se nota claramente quién es el que viene por obligación. Y, mientras haya gente que venga así, se producirá un ambiente enrarecido; ya que el que viene por obligación, no aportará nada que contribuya a crear un ambiente acogedor. Y la obligación es una predisposición a pasarlo mal, es como una especie de castigo. Los hijos de la ley sólo buscan estar en paz con ellos mismos: cumplir.
3. ¿Por qué ir a misa?: “Yo voy a la misa para hablar con Dios”. “No hace falta ir a la misa para hablar con Dios”. Así es como se rebaten unos a otros. La afirmación de los primeros responde generalmente a una mentalidad legalista, anclada en un pasado y en una cultura puramente religiosa. Y la de los segundo responde a un modo de justificar el hecho de no ir, debido a una visión demasiado secularizada de la vida.
El objetivo de la misa no es Dios sino el hermano. Si siempre que entramos en la iglesia, escuchásemos con el corazón la invitación que nos hace Jesús, sentiríamos una vos que nos sale de dentro y que nos dice: “ya has hablado con tu hermano?” o “¿Estás dispuesto a hablar antes con tu hermano que conmigo?”. No me ames tanto por ser quien soy, sino ámame en mi cuerpo que son tus hermanos”. Este es el sentido de la celebración.
“Yo no soy cristiano practicante”, dicen muchas personas que no van a misa del domingo. Eso demuestra hasta que punto se ha procurado que la misa monopolice toda la praxis de la existencia cristiana