Vuelve, Israel, a Yahvé tu Dios, pues tus culpas te han hecho caer.
Preparaos unas palabras, y volved a Yahvé. Decidle: “Quita toda culpa; acepta lo bueno; y en vez de novillos ofrecemos nuestros labios.
Asiria no nos salvará, no montaremos a caballo, y no diremos más “Dios nuestro” a la obra de nuestras manos, oh tú, en quien halla compasión el huérfano.”
– Yo sanaré su infidelidad, los amaré graciosamente; pues mi cólera se ha apartado de él,
seré como rocío para Israel: florecerá como el lirio, y hundirá sus raíces como el Líbano.
Sus ramas se desplegarán, su esplendor será como el del olivo, y su fragancia como la del Líbano.
Volverán los que habitaban a su sombra; harán crecer el trigo, florecerán como la vid, su fama será como la del vino del Líbano.
Efraín… ¿qué tengo yo que ver con los ídolos? Yo respondo y lo protejo. Yo soy como un ciprés siempre verde, y de mí procede tu fruto.
¿Quién es sabio para entender estas cosas, inteligente para conocerlas?: porque rectos son los caminos de Yahvé, por ellos caminan los justos, mas los rebeldes en ellos tropiezan.