¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahvé desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre.
Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su carcaj me guardó.
Me dijo: “Tú eres mi siervo (Israel), en quien me gloriaré.”
Pues yo decía: “Por poco me he fatigado, en vano e inútilmente mi vigor he gastado. ¿De veras que Yahvé se ocupa de mi causa, y mi Dios de mi trabajo?”
Ahora, pues, dice Yahvé, el que me plasmó desde el seno materno para siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él, y que Israel se le una. Mas yo era glorificado a los ojos de Yahvé, mi Dios era mi fuerza.
“Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.”